miércoles, febrero 23, 2011

Ante Dios no hay excusas. Deuteronomio 8, 9 10 y 11.


Deuteronomio 8.
La primera parte es una exhortación al pueblo de que recuerde las cosas que Dios hizo por ellos y como todo lo difícil que les sucedió era un trato de Dios para que estuvieran listos para las cosas buenas que les tenía preparadas. Expresiones como “el mismo te afligió” y “te sustento” dejan en claro que el permitió todas esas dificultades así como les dio la salida. La segunda parte advierte de no alejarse de sus mandamientos y/o por ningún motivo adorar imágenes. So pena de ser destruidos como las naciones que ahí habitaban anteriormente.
Deuteronomio 9.
Dios promete destruir delante de ellos a tales naciones. Sin embrago es por su voluntad y no por la justicia de los Israelitas. Es porque él los escogió, no porque lo merecieran. Tales cosas deben siempre estar presentes en su memoria para que no se alejen del Señor misericordioso. Dios les recuerda que han más bien sido un pueblo de pensamientos difíciles de cambiar y que han sido desobedientes numerosas veces durante su caminar en el desierto. Haciendo particular énfasis en Horma donde Dios decidiera dejar morir esa generación en el desierto. Moisés les recuerda que Dios había determinado destruirlos y por casusa de la intercesión (con ayuno y oración por 40 días) el Señor les dio la oportunidad de vivir.
Deuteronomio 10.
La remembranza de los hechos incluye la renovación del pacto con Israel a causa de esa intercesión de Moisés. Durante ese mismo tiempo Dios toma para si los levitas. Con el propósito de que le sirvan perpetuamente. Dios exige algo. Y cuando Moisés habla de ello se resume todo lo anteriormente dicho en un par de versículos: “12 Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; 13 que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad? 14 He aquí, de Jehová tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra, y todas las cosas que hay en ella. 15 Solamente de tus padres se agradó Jehová para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día.”
Deuteronomio 11.
Este capítulo comienza así: 1 Amarás, pues, a Jehová tu Dios, y guardarás sus ordenanzas, sus estatutos, sus decretos y sus mandamientos, todos los días.
Esta enseñanza de Moisés es seguida de un discurso que hace a una generación comprometerse. Los mayores de los que han sobrevivido al desierto tenían suficiente edad para haber visto todos los milagros en Egipto y en el desierto. Por lo tanto Dios quiere que no tengan excusa alguna para servirle de todo corazón.
Dios continúa confirmando sus promesas de bendición en la tierra hacia la cual se dirigen y están a punto de entrar. La abundancia es asombrosa. Puesto que Dios es la fuente de toda esa riqueza les advierte que su bendición o maldición depende de la decisión que tome el pueblo respecto a obedecer sus estatutos y preceptos. Dios es justo y no se contradecirá.

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