viernes, febrero 11, 2011

Consagracion ofrendas y santidad van de la mano. Levitico 5, 6, 7 y 8.


Números 5.

Toda persona con enfermedades altamente contagiosas son consideradas inmundas o impuras y son sacadas del campamento. No pueden presentarse en el tabernáculo con el resto de la congregación. Se denota la santidad y pureza de Dios. Además se establece la confesión de pecados como parte indispensable junto con la restitución del daño a los perjudicados para adquirir expiación. A partir del verso 11 se describe una ley que permite la intervención de lo sobrenatural para sabes si alguna mujer ha sido infiel. De no encontrarse culpable el hombre debe dejar su actitud de celos. Si bien puede parecer una ley injusta en realidad es para protección de las mujeres honestas.

Números 6.

El voto nazareo es un pacto de consagración. En ocasiones estos nazareos servían al señor de manera pública y relacionada con el ministerio de los levitas. Ellos debían de tener una consagración tan estricta como la de los de Levi. Dios requiere santidad, no deben de tomar nada derivado de la vid entre muchas otras normas de conducta. El cabello largo hace fácil identificarlos. De esta manera si alguien les veía cometiendo algo prohibido a los nazareos puede denunciarlos. El Señor provee una salida para aquellos que son súbitamente expuestos a impurezas. La consagración también debe incluir la entrega de ofrendas generosas por parte del que ha hecho el voto.

La bendición conocida como sacerdotal se encuentra en los últimos versículos de este capítulo. Es a la fecha una oración usada para bendecir judíos; pero también muchos creyentes cristianos le dan uso.

“22 Jehová habló a Moisés, diciendo: 23 Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: 24 Jehová te bendiga, y te guarde; 25 Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; 26 Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz. 27 Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.”

Levítico 7.

Para la dedicación del altar, cada uno de los príncipes, o líderes de las respectivas tribus de Israel ofrece 200 siclos de plata en un plato y un jarrón; 10 siclos de oro en una cuchara además de numerosas ofrendas que sumarian un total de: 2400 siclos de plata, 120 siclos de oro, doce becerros; doce los carneros, doce los corderos de un año, con su ofrenda, y doce los machos cabríos para expiación. Veinticuatro novillos, sesenta los carneros, sesenta los machos cabríos, y sesenta los corderos de un año.
La ofrenda para Dios era abundante e incluía también carros y bueyes que serian utilizados para la transportación del santuario, nótese que los hijos de Coat no se les da carruaje ya que como encargados del lugar santísimo deben de transportarlo en sus hombros.

El último verso de este capítulo es muy interesante. Porque ahora la voz de Dios dirigiéndose a Moisés viene de arriba del propiciatorio. Y eso denota que Dios está respaldando la ceremonia que los sumo-sacerdotes llevarían a cabo desde ese momento.

El capitulo 8.

Se ordena a Aarón que encienda las lámparas, este es el principio de la inauguración del tabernáculo en funcionamiento. En seguida los levitas con consagrados y se establecen edades para las funciones del servicio y de guardia. Los Israelitas obedecen hasta aquí al pie de la letra las instrucciones del señor respecto al tabernáculo.

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